miércoles, 26 de agosto de 2015

CAPÍTULO 392. PARTE 1 
María comprendió al instante que su malestar se debía al contagio. Sentía unos terribles escalofríos que le recorrían todo el cuerpo y la garganta le quemaba, impidiéndole tragar con normalidad. Su cuerpo se revelaba contra ella.
Miró de reojo a Gonzalo, asustada, pero el joven continuaba durmiendo placenteramente. De repente, comenzó a toser, incapaz de controlarse; lo que despertó a Gonzalo. Rápidamente, antes de que se diese cuenta, la muchacha volvió a recostarse en el camastro y cerró los ojos justo cuando el diácono se volvía a mirarla.
Ella no tuvo más remedio que abrirlos también.
-No sé si Dios me perdonará que haya dormido como un lirón en medio de esta zarabanda –declaró Gonzalo, levantándose, y con el ánimo recuperado; así como las fuerzas.
-Me da que Dios es más comprensivo de lo que creemos –respondió María haciendo un gran esfuerzo.
-Yo también lo creo –certificó Gonzalo, despejándose del todo. La miró unos instantes y entonces recordó que le había despertado- Oye, ¿eras tú quien tosía o… lo he soñado?
-¿Yo? No –se apresuró a decirle ella, sintiendo un nuevo escalofrío recorriéndola de arriba abajo-. Dormía hasta hace un momento –mintió, apartando la mirada. Has sido tú al levantarte quién me ha despertado.
-Lo lamento. Sigue durmiendo pues, aún es muy temprano.
Gonzalo se levantó para ponerse la sotana.
-No. Si tú te levantas yo también –la muchacha trató de incorporarse de nuevo, sintiendo cómo las escasas fuerzas que le quedaban, la estaban abandonando-. Ya basta de dormir.
-He comprobado ya de sobra lo porfiada que eres, así que… no intentaré convencerte de nada –se chanceó Gonzalo.
María trató de sonreír a su broma.
En ese instante, Tristán entró en el salón.
-Me alegra ver que estáis despiertos –les dijo a ambos con gesto serio-. Hay que hervir agua para limpiar, recoger la leche en las vaquerizas para quien pueda necesitarla y exprimir zumo de naranja.
-Ahora mismo nos ponemos a ello –convino Gonzalo.
Tristán se acercó a su sobrina, y se extrañó al verla tan callada.
-María, ¿te encuentras bien? Pareces cansada y acabas de despertar.
-Claro que estoy bien, tío –pero ella ni siquiera era capaz de mirarle a los ojos, temerosa de que viera en ellos la verdad; pues sabía que si descubrían que estaba contagiada, no dejarían que continuase ayudándoles en el cuidado de los enfermos y no quería abandonarles en ese momento-. Tendré aún cara de sueño pero nada que no arregle un poco de agua fría en el rostro y… y un buen tazón de leche.
Sin embargo, tanto Tristán como Gonzalo, estaban tan preocupados por los enfermos de las cuadras que la creyeron sin darse cuenta de su mentira.
-Sí, desayunaos bien –declaró el tío de María-. Nos aguarda un día duro. Os espero en la cocina.
Gonzalo le vio salir del salón, y un pensamiento le vino a la mente. Algo que compartió con María, que seguía sentada sobre el jergón, tratando de recuperar las fuerza.
-Quién diría que hace solo un día no quería dejar entrar aquí a los enfermos –dijo el joven, abotonándose la sotana-. Y ahora se desvive como el que más por ellos y cuida de nuestras fuerzas.
-Ya te dije que tenía un corazón de oro –le recordó ella; tragó saliva y aquel gesto le produjo un enorme dolor en la garganta-. Parece que solo crees en lo que ves, como santo Tomás.
-Ni me acerco a los santos, no te hagas ilusiones –murmuró él, terminando de vestirse-. Si hablamos de Dios te diré que… me basta con la fe pero… si hablamos de los hombres prefiero los hechos a las palabras.
-Entonces, tienes hechos de sobra, ¿verdad?
-Unos cuantos –dio unos pasos para acudir a la cocina-. ¿Vienes?
-No. Ve tú. Ahora voy yo.
-Parece que te has despertado perezosa –se extrañó Gonzalo, al verla tan quieta, y sin imaginar la verdad.
-Es que a mí me gusta ir bien vestida desde la mañana –alzó la mirada hacia su sotana y sonrió-, no con los botones cojos como los llevas tú.

Gonzalo bajó la cabeza y vio lo que quería decir. Con las prisas por comenzar a ayudar, se había abrochado mal la sotana y llevaba varios botones mal colocados. El joven sonrió, avergonzado y María le devolvió el gesto a duras penas. 

CONTINUARÁ...

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