sábado, 22 de agosto de 2015

CAPÍTULO 391: PARTE 5
Tal como le había dicho, Gonzalo realizó el primer turno e incluso lo alargó todo lo que pudo, pero con la salida del sol el cansancio y el sueño comenzó a apoderarse de él y no tuvo más remedio que despertar a Tristán.
-Tristán. Tristán despierte es la hora –le zarandeó débilmente. El tío de María se despertó de golpe y casi asustado-. Lamento no dejarle descansar más tiempo pero… ya se me ha pasado el turno y se me cerraban los ojos.
Tristán parpadeó varias veces antes de mirar el reloj de la chimenea y levantarse.
-Le debo hora y media.
-No le digo yo que no se lo cobre en otro momento –declaró Gonzalo desabrochándose la sotana-. Tengo los huesos molidos.
Tristán se colocó las botas.
-Cuando usted quiera. ¿Alguna novedad?
-La mayoría de los enfermos están controlados –le expuso el parte, Gonzalo, con la mirada tan cansada que apenas lograba mantener los ojos abiertos-. Pero anoche entraron tres nuevos y hay que procurar bajarles esa fiebre como sea.
-Yo me ocupo –dijo Tristán, a quien el descanso le había venido perfectamente-. Trate de descansar.
El tío de María salió hacia las cuadras y solo entonces Gonzalo se atrevió a mirar hacia el camastro que tenía al lado donde María dormitaba. El joven se acercó a observarla unos instantes, como si el hecho de hacerlo fuera algo malo. Nadie podía verle en ese instante, pero de alguna manera lo que sentía al verla dormir le hacía sentir culpable porque no la veía como una muchacha más, sino como la mujer que era.
Finalmente, el joven se recostó en el jergón donde había estado durmiendo Tristán.
María abrió los ojos. No había estado durmiendo y algo le decía que Gonzalo la había estado observando.
-Gonzalo.
-Sí –musitó el joven a media voz.
-Desde niña llevo sin poder conciliar bien el sueño –le confesó la muchacha. Era la primera vez que se le contaba aquel secreto a alguien; y su corazón le decía que podía confiar en Gonzalo-. Me despierto casi cada noche con terribles pesadillas… menos ayer y hoy. Dormir cerca de ti me llena de paz.
Esperó respuesta a aquellas palabras pero solo halló silencio.
Entonces dio media vuelta hacia el jergón de Gonzalo y se dio cuenta de que estaba dormido y que no había escuchado ni una sola de sus palabras.
María se acomodó con la cabeza apoyada en la almohada y contempló en silencio el rostro sereno de Gonzalo. La muchacha sonrió débilmente, sin poder apartar la mirada de él. Una fuerza interior se lo impedía.

Sin darse cuenta, volvió a quedarse dormida y cuando horas más tarde despertó, algo en su cuerpo no estaba bien: tenía escalofríos y el malestar le recorría todo el cuerpo.
Gonzalo seguía durmiendo a su lado y no se dio cuenta de nada.
Con gran esfuerzo, se sentó sobre la cama.
-¡Dios mío! –logró balbucear, sabiendo lo que le pasaba.
Por muchas precauciones que había tomado, María estaba contagiada. La muchacha había contraído la  tan temida gripe española.


No hay comentarios:

Publicar un comentario